miércoles, 27 de agosto de 2025

"Cariñena, vino del mar" de Javier Calvo Torrecilla, una reconciliación con el ser humano ambientado en la Transición española

"Cariñena, vino del mar", la opera prima de Javier Calvo Torrecilla se ambienta en los años 70 en una España en plena transición con muchas dudas y esperanzas. Una adaptación de la novela autobiográfica "Cariñena", del escritor y periodista gallego, pero aragonés de adopción, Antón Castro. El film plantea una reconciliación con el ser humano de la mano de cuatro jóvenes personajes interpretados por Diego Garisa, Blanca Lainez, Alejandro Bordanove y Alba Martínez.

Las películas que se nutren de las experiencias de los españoles que vivieron con expectación la incertidumbre de finales de los 70 e inicios de los 80, siempre han sido testimonios cinematográficos que me han interesado. Yo era demasiado pequeño para alcanzar a tener recuerdos de esa época, y quizá en mi casa no se vivió ese período con la intensidad que sí demostró buena parte de la sociedad. Así que conocer vivencias individuales pero extrapolables a muchas otras personas, me generan curiosidad e interés.

"Cariñena, vino del mar" de Javier Calvo Torrecilla nos cuenta la experiencia de un joven chico gallego que intenta escapar del servicio militar obligatorio mudándose de su pueblo natal a Zaragoza, donde el movimiento social a favor de la objeción y el comunismo se representa a través de grupos de jóvenes de marcada ideología izquierdista.


Con este paisaje, el dibujo que retrata el director es el de reconciliarnos con el ser humano. Un grupo de personajes cuyos defectos están totalmente opacados por su amabilidad, colaboración, empatía y ayuda al prójimo. Diego Garisa que interpreta a Antón, el protagonista que marca el camino de toda la película, se encuentra siempre rodeado de personas sanas, cercanas y amigables. Ese contexto ayuda a reconciliarse con un ser humano cuyas noticias diarias nos trasladan el gran número de barbaridades y matanzas que puede llegar a cometer.

Con unas localizaciones que invitan a la paz, en esos viñedos de Cariñena que dan ganas de visitarlos, a veces diera la impresión que vendimiar es un trabajo divertido, generoso y sencillo. Un lugar donde los trabajadores vivían como podían pero siempre con una sonrisa en el rostro. No estuve en el año 78 realizando esos trabajos pero dudo de tanta felicidad y compañerismo. 


Aún así reconozco que vivir películas bienintencionadas que eviten el dramatismo excesivo son un descanso para el espectador que vive cada fotograma con una sonrisa y una especie de paz interior. Sus cuatro jóvenes protagonistas cumplen en sus papeles aunque quizás hubiera sido ideal aportar un poco más de naturalidad.

Javier Calvo Torrecilla demuestra su buen hacer detrás de la cámara, posiblemente influenciado por su colaboración en el pasado con el maestro Bigas Luna. No se puede poner un pero al ritmo, a la selección de planos ni al montaje. El guion se sigue con facilidad y el poso que queda al final es bueno. Únicamente habría intentado dar un papel algo más relevante a los personajes de Itziar Miranda y Nacho Ruíz que se quedan un tanto desdibujados en tierra de nadie. Si desaparecen del montaje probablemente la película no habría sufrido ninguna variación argumental.


En definitiva nos encontramos con una película bonita, tierna y apta para cualquier público. Una nueva visión de la época de la transición que siempre es bueno conocer. Ya tuvo su estreno en Zaragoza a finales de junio pero a partir del 4 de septiembre llegará a los cines del resto de España. 

 José Daniel Díaz

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