
Varios años de peleas judiciales
dejaron en “stand by” el estreno de “La mula”. Cuando ya parecía que la cinta
acabaría en un cajón, el acuerdo llegó y el Festival de Málaga fue espectador
de lujo de su estreno. No sólo tuvo buena acogida entre la crítica, sino que
además su actor principal, Mario Casas, recogió la Biznaga de plata a la mejor
interpretación masculina.
Michael Radford, el director de
la película, abandonó el proyecto por desacuerdos con las productoras cuando
apenas quedaban dos semanas para terminar el rodaje. Esos problemas obligaron a
terminar la película de forma abrupta y sin una dirección clara.
Todo en “La mula” ha sido
complicado. Aún así, es de agradecer que esta apuesta finalmente haya acabado
en las salas de cine. Su guión (basado en la novela de Juan Eslava Galán) es
original, divertido y tierno a la vez, con una representación de la época creíble
y muy representativa de de esos españolitos que, tras las trincheras, esperaban
con ahínco el final de la guerra.

Mario Casas está madurando como actor. Su trabajo es más que
correcto, diría que se acerca a la brillantez. Mucho se habla de su acento
perfecto de Andújar(Jaén), pero su actuación va más allá de ese detalle. Todo
en él te traslada a la época, a la lucha diaria del campesino jienense que se
enamora de una hermosa chica más preocupada por el “parné” que por el corazón,
y que interpreta con altibajos su ex pareja María Valverde.

Lástima que todo funcione a la
perfección excepto su atropellado montaje; sin duda debido a lo ocurrido con
Radford. La película sufre un final descoordinado, rápido e incompleto, que
deja un regusto amargo en el espectador. Te quedas con la sensación de resultado
incompleto, de no tomarse el tiempo necesario para digerir los acontecimientos
y de terminar la historia “como se pueda”.
Aún así, “La mula” es un
recomendable título que nos traslada un abierto mensaje de dignidad y libertad.
Una guerra que separa a hermanos y amigos, pero que obvia entrar en el sentimentalismo
fácil. Se muestra tan cruda e irónica como la propia vida, donde más vale reír
que llorar y la amistad se encierra en una simple palmada en la espalda. El
drama, cuando se recibe con una sonrisa, parece menos drama.
José Daniel Díaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario