Amenaza Mike Banning, el superhéroe sin disfraz de "Objetivo: Londres", con convertirse en una franquicia y nosotros no podemos hacer otra cosa que temblar. Tras la aceptable "Objetivo La Casa Blanca", ahora llega "Objetivo: Londres" utilizando las mismas armas que la primera pero con mucho menos guión y muchos más disparos.
Antoine Fuqua, director de la primera película y alabado mundialmente por "Training day", parece que prefirió abandonar el barco antes de que se hundiera y, si fuera así, no se lo podríamos reprochar. La saga ya apuntaba maneras a panfleto americano pero esta secuela lo reafirma. Nos da igual la muerte de los grandes líderes mundiales siempre que el presidente americano esté a salvo, y si hay un atisbo de autocrítica ya se encarga Morgan Freeman en la última escena de la película de devolverte a la realidad.
Un desconocido Babak Najafi toma el relevo en la dirección con el objetivo de maquillar con acción las grandes carencias de guión de "Objetivo: Londres". El fallecimiento del primer ministro británico obliga a Benjamin Asher (Aaron Eckhart), presidente de los Estados Unidos, a viajar a la isla británica para asistir al funeral de su aliado. Le acompaña, cómo no, su jefe de seguridad Mike Banning (Gerard Butler) que desde el principio le huele todo a podrido. Asisten todos los grandes jefes de estado europeos y el riesgo terrorista es máximo hasta que una buena suma de explosiones desatan el caos en Londres.

Seguramente divierta a los amantes del género pero, dentro de un mes, nadie se acordará de ella. Producto fácil, consumo fácil. Gracias a nuestros amigos de Sensacine por la invitación.
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