Se ha estrenado la opera prima de Mario Casas, "Mi soledad tiene alas", un título que recupera el denostado cine quinqui con su hermano Oscar Casas encabezando el reparto. Todo se queda en casa en este bienintencionado film que no acaba de funcionar.
Ese buenismo, encarnado en el personaje de Oscar Casas, lastra toda la película. Curiosamente aparece en la mayoría de planos pero sus diálogos son casi inexistentes. Y si vas a jugar solo con los gestos, los detalles y las miradas, no vale únicamente transmitir sentimientos a través de un graffiti. El protagonista lo intenta y cumple pero le faltan las marcas y señales que solo una vida de desesperanza puede transmitir. José Luis Manzano era un actor mediocre pero te creías absolutamente todo lo que hacía y en ningún momento se preocupaba por "gustar" al espectador o que su personaje fuera "comprendido" para que se empatizara más con él.
En este papel se requería un actor no profesional desconocido y conocedor del ambiente más marginal de nuestra sociedad. Y esa persona no es Oscar Casas. En el caso de Candela González es otro tipo de personaje. Y encaja mejor con ella. Sufridora, fiel y sin encontrar lo que busca porque ni siquiera sabe qué buscar. Maneja mejor las situaciones y sale indemne.
Si bien el primer tercio de película mantiene el ritmo, en el último se pierde en situaciones intrascendentes que hacen desconectar al público. La dirección de Mario Casas, emperrado en utilizar la cámara en mano para aportar más crudeza y realidad, alcanza el objetivo por un tiempo pero se recrea demasiado en los planos cortos. Se nota la influencia de Alberto Rodríguez o David Victori pero no se da cuenta que lo difícil es encontrar tu propio estilo. Eso es lo que te hace distinto y lo que marca la línea entre lo bueno y lo excelente.
"Mi soledad tiene alas" es atrevida y entretenida. Podía haber sido mucho mejor pero nos quedaremos con su excelente banda sonora, un primer tramo trepidante y por su invitación a la nostalgia aunque Eloy de la Iglesia o Carlos Saura sean incomparables e irrepetibles.
José Daniel Díaz
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