Cuatro años después de recuperar a sus actores fetiche con "El irlandés" en lo que parecía un homenaje a su propia filmografía para cerrar una era, Martin Scorsese nos sorprende con "Los asesinos de la luna", tres horas y media de cine en estado puro. El director italo-americano consigue aglutinar con éxito géneros como el drama, el thriller, el western o su habitual cine de mafias.
"Los asesinos de la luna" está basada en el libro de David Grann "Los asesinos de la luna. Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI" de 2017. Un relato basado en hechos reales sobre los crímenes que se sucedieron en la década de 1920 contra la nación indígena Osage a costa del petróleo que se escondía bajo sus tierras. Una adaptación en la que Martin Scorsese se ha apoyado por primera vez en el mítico guionista Eric Roth ("Forrest Gump", "El curioso caso de Benjamin Button", "Dune", "Ha nacido una estrella"....) que ha aportado cierta templanza al habitual derroche de excesos que tanto caracteriza al director.
Y es que Martin Scorsese, aunque ya haya cumplido los 80 años, ha evolucionado con esta película. Reinventa el cine de mafias evitando la caricatura y nos regala un título donde es más fácil empatizar con los personajes y la vileza no se pierde entre la estética. Es, por tanto, una propuesta que psicológicamente desarrolla mucho más a los protagonistas.
El execrable exterminio sufrido por la comunidad Osage a manos del hombre blanco cobra todo el sentido en "Los asesinos de la luna". No se realiza a través de un ataque directo ni de una guerra abierta, se plantea desde la manipulación y el engaño. La falsa admiración que esconde la envidia y el deseo de poder. El dinero corrompe, el petróleo corrompe, pero solo a quien se deja corromper. Robert de Niro como William Hale traslada a la perfección esa imagen amigable y, a la vez, perversa que se esconde tras un perfil corrupto y manipulador.
La pareja que forman Leonardo Di Caprio y Lily Gladstone como el matrimonio Burkhart, es un fiel reflejo de los engaños sufridos por los Osage a los que se veneraba y enriquecía en un inicio para después eliminarlos o arruinarlos. Ambos están de Oscar, magistrales. También es justo destacar el trabajo de secundarios de lujo como Jesse Plemons, Scott Shepherd o John Lithgow.
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